Recomendación: Gypsy

por Santiago Mejía

Para la temporada de verano Netflix estrenó dos shows que, de formas muy distintas, exploran la visión femenina. Por un lado Glow se presentó de forma exitosa ganándose a críticos y espectadores y por otro Gypsy, serie que desgraciadamente no corrió con la misma suerte.

Gypsy es un drama psicológico que sigue la vida de Jean Holloway (Naomi Watts) una psicoterapeuta que comienza a perder el control de su vida personal al irse involucrando de manera profunda en los problemas de sus pacientes.

Mientras que Glow pone en perspectiva la posición social de la mujer en la historia (utilizando como plataforma literalmente el ring), Gypsy se atreve a explorar el lado oscuro de la psicología femenina, un lado con el que aparentemente la mayoría de los críticos prefiere no lidiar.

Series como Orange is the New Black y ahora Glow contribuyen mucho a la representación de los problemas a los que se tienen que enfrentar los grupos vulnerables, sobre todo en escenarios como la prisión, o en el caso de Glow el mundo del entretenimiento en una década donde la misoginia y el racismo eran  más latentes.

Sin embargo, ambos ofrecen la perspectiva de personajes femeninos sin poder, bajo la dominación de una cultura machista que se niega a reconocer su capacidad y dignidad. Es problemático que aunque los medios y espectadores celebren la representación femenina en el cine y la televisión, la mayoría de estos programas y películas se caractericen por contar con personajes sometidos.

¿Será posible que aún intimide la presencia protagónica de mujeres con poder? Cierto es que Jean Holloway, la psicóloga interpretada de manera excelente por Naomi Watts tiene intenciones de dudosa moral, pero a final de cuentas ¿qué no la mayoría de los personajes masculinos que ya han pasado a la historia como legendarios (Walter White, Don Draper, Enoch Thompson, Jax Teller y un largo etc) se han caracterizado por la misma clase de comportamiento?

La mayoría de las reseñas sobre Gypsy la han atacado por tratar de manera frívola asuntos como la infidelidad y por carecer de esos momentos explosivos que hacen de series como Game of Thrones y How to Get Away with Murder eventos televisivos tan exitosos.

Es una lástima que los críticos hayan pasado por alto los aciertos de esta serie que cuenta con un excelente guión interpretado por un reparto muy comprometido; Naomi Watts entrega a su personaje más complejo desde Mullholland Drive y Karl Glusman demuestra la gran capacidad que tiene para explorar las emociones de sus personajes.

Su necesidad de plot twists intrincados y sorpresas narrativas les impide comprender que el verdadero interés de Gypsy se encuentra en analizar la crisis de identidad que impera en esta generación que al tener a su alcance infinidad de medios digitales para comunicarse, construye alter-egos que le ayuden a enfrentar la realidad.

No es una coincidencia que Naomi Watts sea quien interprete a Jean y que Diane sea el nombre que da a su alter-ego. Naomi en Mullholland Drive interpretó a Diane, una aspirante actriz que se sumerge en un mundo de sueños para poder lidiar con sus problemas reales. Esta dualidad es trabajada en Gypsy de manera menos compleja y surreal que como lo haría Lynch, pero no por eso es menos subversiva.

Al trabajar Jean como terapeuta tiene acceso a una posición muy poderosa y privilegiada; conoce a sus pacientes de una forma que nadie más los conoce, pero además a través de ellos puede conocer a las personas que ellos consideran responsables de su sufrimiento.

Aparentemente en un inicio Jean adopta la personalidad de Diane para ayudar a sus pacientes con sus problemas, buscando sanar las heridas de sus relaciones mejorando la comunicación entre ellos. Conforme avanza la trama nos damos cuenta que las verdaderas intenciones de Jean no tienen nada de altruistas. La mayoría de los problemas que resuelve son el reflejo de las relaciones rotas en su familia y en su vida social, resultado de su incapacidad para comprender las reglas sociales que rigen su comportamiento en su hogar, en la escuela de su hija y con su madre.

Esta histeria la lleva a mantener una relación destructiva con sus pacientes manipulándolos para calmar su ansiedad, infligiendo dolor en ellos pero al mismo tiempo sanándolos. Esta clase de relación terapeuta-paciente  retoma de alguna manera la esencia de shows como Hannibal, donde el protagonista utiliza sus medios para manejar a su conveniencia (emocional y mental) a sus pacientes.

Si bien Jean no demuestra una habilidad súper dotada como Hannibal para estar siempre un paso adelante de quienes se podría considerar son sus “enemigos”, sí demuestra tener la capacidad para trabajar en pequeños detalles bien desarrollados con antelación y a veces improvisados que la ayudan a salir de situaciones donde se pone en riesgo la barrera entre su vida como Jean y como Diane.

Con todo y su gran habilidad para manipular, Jean no es la única mujer poderosa en la serie. La mayoría de los personajes femeninos son retratados con una determinación fuerte y amplio sentido de individualismo, a diferencia de los personajes masculinos que además de que son mínimos son representados como seres pusilánimes que se intimidan ante las exigencias de sus contrapartes femeninas.

La delicada construcción de personajes se complementa con una dirección tan fría y calculadora como su protagonista. Cada episodio es trabajado de manera que sutilmente se exploran nuevos lados de la mente de Jean sin entregarnos todas las respuestas sobre su perfil.

Las tonalidades rojas presentes en la mayoría de los encuadres nos mantienen en un constante estado de alerta y seducción, tal como Jean debe mantenerse cada que cambia de identidad. Además existe un fascinante enfoque a los escenarios y a los pequeños detalles, que contribuye a la creación de una atmósfera cautivadora y peligrosa.

Tanto la mencionada atmósfera como el descenso de Jean en su crisis de identidad son desarrollados de manera consistente, los únicos tropiezos son el uso de algunas canciones pop predecibles pero esto no afecta mucho gracias a que los actores mantienen creíble la historia incluso en sus momentos más cliché.

Contrario a la opinión popular me parece que en medio de una serie de proyectos preocupados por ofrecer visiones políticamente correctas de sus historias y personajes es interesante encontrar una serie que no tiene miedo explorar el lado perverso de las relaciones humanas.

Gypsy no es una serie sobre infidelidad, la exploración del espectro del deseo femenino o las particularidades sociales que implica tener un hijo trans. A pesar de que estos son aspectos narrativos importantes de la historia su verdadero núcleo se encuentra en Jean y su necesidad transformarse en otra persona para sentir que tiene control de su vida.

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